EL CASCO


¡A última hora, todo siempre a última hora! .Sabía que tenía que comprar un casco como Dios manda y como la legislación exige. Pero como todas las cosas, seguía aferrándose a esa tontera de sentir el viento en la cara. Y a la vanidad de no querer verse como un allien. Al día siguiente había paseo fuera de Santiago. Seguramente le iban a volver a decir lo que ya sabía. Que su casco era poco más que un juguete y en un accidente no lo iba a proteger mucho. Así que fue a 10 de Julio, a última hora del viernes, a buscar el casco que le habían recomendado. Estaba agotado. Buscó uno a un precio razonable y lo compró. Pero además de ponérselo para regresar a su casa, no hizo el más mínimo esfuerzo, de a lo menos leer las instrucciones del mismo. Al día siguiente, constató con agrado que en carretera la sensación era mucho más confortable que la con su antiguo casco militar. En la primera parada ya le hicieron ver que el casco tenia algunos detalles que no había visto. Como que tenía una pestaña para entrada de aire y evitar el empañamiento del visor. ¡Todo por no leer las instrucciones, ya está dicho! Pero era algo natural en él. Aprender a los porrazos, a demás de dejar todo para última hora. Ya de regreso, en la última parada. ¡La vergüenza final! Le hicieron ver, que había hecho todo el viaje de regreso con el casco desabrochado! Jajaja, a sus defectos debía agregar ahora el de descuidado.